martes, 31 de enero de 2012

La voluntada desde el punto de vista psicológico

Esta posición ilustra la polémica antigua, respecto de la voluntad, entre la corriente “intelectualista” - que evidentemente hace predominar los factores del análisis racional previo como constitutivos de la voluntad - y la corriente “voluntarista” que apunta a estudiar el concepto de la voluntad como un elemento irreductible, como una capacidad abstracta del hombre, considerada en sí misma, cuyo producto son las voliciones, consideradas casi como un objeto.
La cuestión de las relaciones de la voluntad con la inteligencia, el deseo, los impulsos, se origina ya en los albores de la filosofía.
Platón incluyó la voluntad entre las potencias o poderes del alma; considerándola como una facultad intermedia, en su división tripartita del alma y de la sociedad y el Estado. La consideró ubicada por debajo de la razón que rige o debe regir al hombre, y por encima de los apetitos sensibles o simples deseos. No la consideró en sí misma como una facultad racional, pero tampoco como una facultad totalmente irracional. Para Platón, el mero seguimiento de los deseos no significa ejercicio de la voluntad; el deseo pertenece al ámbito del alma sensible o concupiscible, pero la voluntad pertenece al orden de lo inteligible .
Para Aristóteles, la voluntad debe tener un carácter conforme a lo racional. Conjuntamente con el deseo, para Aristóteles la voluntad es un motor, cuya función es la de mover al alma; sin embargo, ella no se mueve como el deseo, ajena a toda condicionante del intelecto.
En la filosofía medieval, el tema de la relación que debe establecerse entre la voluntad, la inteligencia, y la razón, se encontró sumamente afectado por los enfoques de la teología; aunque de todos modos los filósofos cristianos estuvieron guiados muy fuertemente por las ideas de Platón y sobre todo de Aristóteles.
Las concepciones de Santo Tomás de Aquino acerca de la voluntad se asentaron sobre las de Aristóteles; sosteniendo que la voluntad del hombre es una facultad estrictamente ajena a la necesidad, y que ella es una manifestación del libre albedrío (Ver La libertad ), y que la voluntad es en el hombre una potencia superior a las potencias irascibles y concupiscibles. La inteligencia es motora de la voluntad por medio de objetos, y la voluntad es motora de sí misma en consideración al fin propuesto; por lo que la denomina apetito intelectual.
En la filosofía moderna, existen en cuanto al tema de la voluntad una tendencia racionalista cuyos principales representantes son Renato Descartes (1596-1650) y Gottfried Wilhelm Leibnitz (1646-1716); y una tendencia empirista cuyos más destacados representantes son Thomas Hobbes (1588-1679) y David Hume (1711-1766).
Para Descartes, decididamente voluntarista, la voluntad es la facultad de asentir o de negar el juicio de modo que todo acto intelectual es un acto de voluntad . Leibnitz se opone a ese concepto, y considera que la voluntad tiende a lo reconocido como bueno por el pensamiento, por lo cual solamente puede quererse lo que se percibe por el intelecto. En ese sentido, algunos señalan que el acto de voluntad quiere lo que es juzgado como bueno por el entendimiento, independientemente de que en un plano externo al sujeto volitivo su volición sea moralmente negativa.
Para los empiristas, no hay un apetito racional, sino que la voluntad vale en sí misma como inicio de la acción. Para ellos, los actos voluntarios no son racionales ni intelectuales, sino acción pura ; no encuentran sentido en pensar que hay un acto de voluntad independiente de la existencia empírica de la acción correspondiente.
Emmanuel Kant (1724-1804) resaltó el contenido moral de la voluntad, mencionando el concepto de la buena voluntad que posee en sí un valor absoluto, en forma independiente de sus resultados.

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